El exilio

Lermo Balbi

Oh purísima, pura agua, lluvia de marzo
penetrante y fría en el temblor crujiente
de las últimas hojas. Nadie podía decirle tan fácilmente
adiós a esta tierra y luego borrar los días y desconocer
las huellas, los residuos, los bochornos, las afrentas
con pertinaz dolor anclado en la carne y la conciencia.
Purísima lluvia de marzo que vuelves blanco el día
y adelantas la noche en este horario que nos hace
temblar de espanto y soledad.
Nadie puede celebrar la despedida de otro modo,
la despedida del rostro en la ventana,
de la mano blanca y gélida en el adiós
que nos movió al llanto cuando te dejamos, tierra sagrada,
oh sí, que nos movió al llanto tan doliente
en un marco acuoso y desvalido como hoy.

Cómo olvidar entonces la turbonada que fortalecía
salubre fragancia de tuscas y se deslizaba iridiscente
por las húmedas paredes de la casa,
con duendes campaneros, hormas imprecisas,
lumínicas locuras submarinas.
Por las paredes de nuestra amada casa, ¿recuerdas?
encendida de lámparas temblantes
que agrandaban las sombras en los cristales
como una réplica de la noche estremecida
en la hondonada.

¿Recuerdas?, oh sí, recuerdas como yo
tantos tallos sedientos, tanta ceniza aplacada en la lluvia
fervorosamente clara, fría y límpida
sobre las relucientes hojas del naranjo.
Oh sí, recuerdas como yo, callada, tus vestidos húmedos,
tu fundamental tibieza en el regazo
frente a la lumbre que los leños del monte
hermanaban con el cálido ensueño
de las últimas cigarras.
Y fue la hora para decir el nombre de una ciudad extraña,
extraña y diferente, y hablar del duro camino del exilio
para sostener la pena y el coraje
y sobrevivir el agravio y la calaña.

Entonces supimos decir adiós a nuestra patria,
al caserío que llegaba a hacerse oscuro y silente,
a nuestra figuración de empresas y bonanzas.
Hubimos de decirle adiós a nuestros humos, a las bestias de la tarde,
al fervor de los caminos
en el estarcido vegetal de aquel otoño.
Penetrante y pura lluvia de marzo
como aquélla que sepultó al verano en el desgarrado
camino a nuestro exilio.