El corazón me latió como nunca
Lermo BalbiEllos cortaron el pan de la misma forma en que lo hicieron
aquella navidad de mil novecientos dieciocho
cuando la guerra los privaba de las castañas
y de las cartas que les mandaban los hermanos.
Después del atardecer las lámparas despedían
su suave vapor de seda, alguien —sólo a veces—
llamaba a la puerta y volvían las cigarras
a concurrir a su desfallecimiento,
cuando se estremecían en el corto deleite de sus manos.
Mucho se esperaba, la pobreza se empecinaba en la piel
partida y en la frente que marcaba la línea del sombrero.
Ni agua, ni sol les servían, tampoco el humus.
Pero los árboles del cielo siguieron existiendo
a pesar de los ancianos descreídos, del ruinoso acordeón
en la noche. Nos separaron, y yo no sé de dónde
salió el juez que dividió la grey. Nos separaron
para olvidar del todo el fuerte olor de los carros cargados
de pasto y de boñiga y la comida dulcemente aromada
con los rojos pimientos del otoño.
Ah, esa fragancia que medró desde el murmullo del molino,
o del estremecimiento de las aguas, de qué manera
punzó la carne. Y el corazón me latió como nunca.