El cazador
Lermo BalbiA través de una miel que rezuma colores aluvionales
y de reflejos en el fluir del río,
nada más que algunos pájaros imprecisos de las aguas.
Quietud. Cercana la siega. Paciente el cazador
disimulado entre los juncos
espera la bandada. Se revuelve inquieto porque insectos
ardientes como chispas fulguran sobre su cabeza.
Yo intento amar a todos puesto que el llamado
está próximo, aunque un poco tarde.
Pero mi cuerpo que maduró antes, despide esquirlas de dolor
y languidece de alguna que otra esencia de ave muerta
cada vez que el cazador no falla en sus disparos.
Los que amo, con su viejo Ford A, al terminar la cosecha
irán en busca de cerveza y acordeones. Tanto espacio
de tierra y de rastrojos, las carcajadas fértiles,
la saliva espesa, porque aún hay jóvenes corazones.
Como el de mi cazador que se ha partido el pecho
y muere sin socorro.