Desolación frente a los miedos

Lermo Balbi

Asciendo como antiguo habitante de estas luces,
ligero en el pensamiento aéreo y tantos,
escasamente aprendidos, laberintos de tiempo transitado
ocultan rastros de montes y senderos.
Leuda en la huella de la ausencia un paso
de escuálidos rostros y, con un nombre balbucido
entre los sistros de la fronda,
perturbo la paz de los espectros.
Los llamo, que vengan a mí, que me narren
en qué edades están detenidas las mañanas
de las leches humeantes, de las ubres sonrosadas,
de las ranas martinas en las paredes de helechos
y la luminosa monotonía de las isocas
sobre el compacto verdor de los maizales.
Porque han vuelto los ciclos de dolores,
la idea fugaz a eternizarse en un desconsuelo
y, por ella, qué de pájaros sombríos
me acompañan en este polvo de años
junto al delusorio transcurrir de los días.
Hoy existe un hombre débil en la paz de esta floresta;
descuidado son de campanas y el árbol
acuden a destacar la ausencia de los muertos
en un languor sometido.
¿Quién bebe el marfil de este día?,
¿de dónde obtienen su blancura las garzas?
Oh Arauz, cuánto, cuánto tiempo ardido,
cuánta, cuánta ceniza en los senderos.
Y esa desolación frente a los tiempos
me acompaña de un estremecido
dolor y miedo.