De la vida y la muerte

Lermo Balbi

Del cálido canto de la noche las cigarras
truecan luz en sones, y dolorosas espinas del estío
en las ramazones, hacen con blancura de estaño
una pálida flor de luna sobre el algarrobo.
Y ese aullido lejano, Señor,
por las palmas que no fueron bendecidas,
un año de cosecha se apronta y duerme el caserío
silencioso sobre la hierba desteñida hoy de verdores,
y un átomo de oro, en paso leve, me tienta a recorrerte
con esas vibraciones de dulces sombras en la noche.
Alguna formación de patos contra el cielo,
y todo se rige por la nada. Esperarán los surcos
cuando la tierra esté pronta y letífico
el hombre de la sementera sobrevolado de gaviotas,
aventará el grano. Este presagio de frutos,
Señor, en silencio apaga mi sed de saber.
¿Quién crece en las preguntas?
¿Quién prodiga las respuestas?
Arauz mío, de la memoria nace la vida, la tierra arija
despierta en la alborada y el viento
crepitará en la mies hinchada de alburas
junto a las cruces de los que un día
vigilaron su sazón. El tiempo es nada,
muerte y vida vibran en un mismo arco.