Conspiración, año cero
La conspiración de los fulerosEsto es una conspiración. Irrefutablemente. Reunidos en lugares imprevistos. Hablando de cuestiones anacrónicas. Filtrados subrepticios en un mundo tecnológico. Cofrades que hasta hace poco eran estrictos desconocidos. Decididos a saber. Tal vez malamente, como se hacen a veces las cosas al sur del mundo, pero francamente decididos. Hombres de palabra... leída, y a veces, escrita. Pero sobre todo compartida.
Subvertidores de cierto canon consumista, leemos basura a sabiendas, y a veces leemos arte a contrapelo, como una fanfarronada digna de mejores causas. Y nos provoca risa, esa risa cómplice y convicta de romperle las pelotas a la vida, esa vida de molde y etiqueta que se empeña en ser seria, que se empeña en tener cara de notarios y vigilantes, porque así debe ser.
Y estamos grandes. Ya hace rato que somos la penúltima opción de las reinas de la primavera. Y hace tanto rato de esto, que hemos vaciado de revientes noches de sábado y veranos sin mar, a cambio de palabras escritas por infinidad de otros que quisimos ser, y que contaban vidas que nos hubiese gustado vivir. Y así juntamos un almacén de ramos generales en la cabeza y en los estantes de la pieza (ésa, la misma que ustedes se imaginan, la que no sabe de otros revientes, que los de los dedos en ojotas contra la pata de la cama).
Así que ahora, concedida la lucidez que nos sincera, versados en las íntimas claves de la palabra, arrejuntados por una circunstancia fortuita cercana al aburrimiento, emprendemos el camino por los meandros de la creación literaria. Y tenemos la firme intención de compartir el diario de viaje, mal que les pese. Parte de ese diario es este elemento inmaterial abierto frente a ustedes, amigos que leen. Dicen que es un libro, pero algunos sostenemos nuestras dudas. En él se descuelgan cinco relatos eclécticos, que van desde el policial a la nostalgia, de la paranoia al horror risible. Y vaya a saber uno adónde más podrán ir.
Estos cuentos son algunas de las estaciones de nuestro viaje a bordo de este proyecto que, ajeno a nuestras justificadas objeciones de calidad literaria, nos hace amigos, o quizás más bien cómplices. Son retazos queribles del año cero de unos sueños que decidimos que valían la pena.
Dice cierto señor de apellido Dolina, que todo lo que hacemos los hombres es para levantarnos minas. Acordamos con eso. Pero, a este señor hemos de hacerle una reclamación pública: Cosas como aprender a tocar el piano, versarse en las ciencias o en la poesía, cultivar el coraje, y otras por el estilo que menciona como actividades potables para el objetivo dado... casi nunca funcionan. A lo que sí adherimos sin reparos, es a su preclara denuncia sobre la Conspiración de las Mujeres Hermosas, aunque por estos andurriales vengan escaseando las Traidoras Adorables, que con su entrega prueben la infamia.
Nos acompaña también en los estantes de la pieza y de la memoria, otro navegante a contravida. Don Fontanarrosa, el Negro, el de Central y de Rosario. Él y sus amigos se sentaron a adueñarse de una mesa de bar donde contar esa vida que pasaba, y se llamaron "La Mesa de los Galanes". Y como somos de un barrio cercano que se llama Santa Fe de la Veracruz, río arriba, ese bar y esa mesa ya quisiéramos nosotros que también puedan ser nuestros. Pero bueno, ni lo uno ni lo otro nos pertenece.
Así que optamos por hacer un homenaje. Dudamos, en el fondo, que se trate de algo merecido, y mucho menos, de algo que amerite algún orgullo, al menos por ahora. Pero la vida es injusta... Por eso, y para que las reinas de la primavera puedan ver lo que se perdieron (antes de que sea demasiado tarde, para ellas y para nosotros), a partir de ahora, esta es LA CONSPIRACIÓN DE LOS FULEROS.