Arauz muerto y celeste
Lermo BalbiQué potencia la de sus tierras en donde
azules vaharadas en respuesta de esa lluvia
de marzo, magníficas venían a despertar la grama
reseca del verano. Dios es la fuerza sin límites
aún en la tristeza del cementerio callado
que las cruces de hierro de olvidadas almas,
ya sin lágrimas ni flores, lo vuelven turbio
en el licor de los ojos. Cuántos nombres
oh cuántos han quedado en el musgo y en la tierra
cuánto calcio despertara alguna vez
en la dichondra pertinaz y fresca,
prendida en los túmulos con ferocidad de garras.
Un nombre agranda la tarde en la oquedad sonora
de este otoño lúcido y vacío.Ese pueblo ha muerto,
Aráuz, polvo del ladrillo, derrumba
las rojas paredes de un esqueleto
con un corazón de novio grabado
a punta de cuchillo.
Quien dispara la escopeta de caza en los montes
estremece el cristal de la jornada
con rítmica explosión en la arboleda.
¿Hay hombres vivos todavía, o son esos fantasmas
que te habitan, Aráuz, muerto y celeste?