A Jano Bifronte
Lermo BalbiTodo se detiene a escucharte, dueño del tiempo,
revelación tardía en la estrechez humana.
Cuánta iniquidad en los espejos, y esta pobre piel
que se vuelve sin reflejo a las miradas
para herir en medio del corazón marchito.
Dura visión del pasado y del mañana, que de sombras,
en sufrientes rampas, vuelve la senda del caminante
hasta la cúspide y el descenso.
En la tarde púrpura, sobre los sembríos
nada es tan cierto como el límite
entre la luz y las tinieblas.
Y de los pantanos nacen
fosforescencias leves
cual un escalofrío de rosa iluminada.